Jonah Lomu, el hombre que cambió el rugby para siempre

Hoy el mundo del rugby se ha vestido otra vez de negro. Hace unos días lo hizo para homenajear al mejor equipo de la historia por su victoria en el Campeonato del Mundo de 2015 y hoy de luto por la pérdida del más carismático de los jugadores que ha salido a jugar a un campo de rugby,  Jonah Lomu.  Hoy todos somos All Black, por fuera y por dentro.

El único placaje capaz de doblegar a esta máquina perfecta de la naturaleza ha sido la enfermedad que ya le retiró de la alta competición. Ni siquiera la pérdida de un riñón le hizo caer y siguió jugando a un nivel menos exigente desde 2004. Hoy sí le ha conseguido parar y ha impedido que pudiera seguir disfrutando en vivo de ser el máximo realizador de ensayos en los mundiales, junto con el sudafricano Habana.

Quizá no fuera el jugador más virtuoso, ni el más técnico, ni el más fuerte, pero modificó el deporte del rugby por ser el más grande. Hasta su aparición al máximo nivel, los jugadores con su portentoso físico (196 cm, 120 kg y 10.89 segundos en 100 metros) jugaban en otras posiciones y cumplían con otras misiones; hasta ese momento no había ningún 11 con esa fortaleza, con esa velocidad y con esa capacidad de lucha.

Su intervención empezó a ser desequilibrante para los partidos de sus equipos y, especialmente con los All Blacks, su sóla presencia suponía una planificación especial en la táctica del equipo adversario. Sus ensayos serán recordados por las caídas de cualquiera de los jugadores que fueron a detenerle, por la cantidad de jugadores adversarios que entraron agarrados a su humanidad en la línea de ensayo y por la excelsa actitud de Lomu posando el balón sin gestos, con respeto hacia todos aquéllos a los que había doblegado por su potencia.

Se ha ido el más grande de los jugadores de rugby, el jugador que marcaba diferencias, el prototipo del nuevo jugador de rugby y el paradigma del lema olímpico, Altius, Citius, Fortius, aunque su deporte no lo fuera. Descanse en Paz.

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